Oración del sermón del 19 de Enero de 2020
Oh, amado Niño Dios, mi querido Redentor, ya que has bajado del cielo para entregarte a mí mismo, ¿qué más buscaré ya sea en el cielo o en la tierra además de Ti, que eres mi bien soberano, mi único tesoro, el paraíso de almas?
Sé Tú, entonces, el único Señor de mi corazón: poséelo por completo. Que mi corazón obedezca solamente a Ti, y busque complacer solo a Ti. ¡Que mi alma ame solamente a Ti, y que Tú seas su único deseo! Que otros se esfuercen y disfruten de los bienes y fortunas de este mundo; yo, en cambio, deseo solo a Ti, Tú que eres mi fortuna, mi riqueza, mi paz, y mi esperanza en esta vida y en la eternidad.
He aquí, entonces, mi corazón: Te lo doy enteramente; ya no es mío, sino Tuyo. De la misma manera que en tu entrada al mundo, Tú le ofreciste al Padre Eterno toda Tu voluntad, así este día Te ofrezco a Ti, mi Salvador, toda mi voluntad. Dispón de mí y de mis asuntos tal como quieras, pues lo acepto todo y en todo me entrego a Ti. Abandono mi alma completamente en Tus manos, haz que mi pobre alma sea siempre y totalmente Tuya.
¡Oh beatísima y santísima Virgen María! fuiste totalmente y siempre propio de Dios, toda hermosa, pura y sin mancha. Ah, mi reina y mi madre, tú, que eres tan pura ante los ojos de Dios, ten piedad de mi alma, que se ha deformado tanto por el pecado. Pero si en el pasado no le he pertenecido a Dios, ahora sí deseo ser suyo y suyo por completo. ¡Ven en mi auxilio y procurame las gracias para serle fiel hasta la muerte! Dios siempre concede lo que pidas. Ruégale por mí. Esta es mi esperanza. Amén.