¡Oh  amabilísimo y dulcísimo Jesús, nuestro Dios, nuestro Salvador, y nuestro Padre! ¿Cómo podemos nosotros, miserables criaturas que somos, responder al amor que Tú has mostrado y que no cesas de mostrarnos? Que los serafines del cielo te den las gracias adecuadas en favor nuestro, y nunca cesen de alabarte repitiendo para siempre que mereces toda la gloria, todo el honor y todo el poder. ¡Oh dulce Salvador!, esperamos obtener, en virtud de tu glorioso nombre en nuestros labios y en nuestros corazones, la victoria sobre el mundo y la carne, y la salvación de nuestros cuerpos y almas. Te ofrecemos especialmente nuestros corazónes; concede que sean dignos de pertenecer enteramente a Ti. Purifícalos de sus imperfecciones y defectos, para que veamos resplandecer en ellos Tu glorioso nombre, Jesús; haz que nuestros corazónes te amen solo a ti, Jesús, y que pienses solo en ti, Jesús, para que nuestras lenguas puedan cantar las alabanzas de tu glorioso nombre por los siglos de los siglos.  Amén.

¡Oh buen Jesús, mi Redentor, sálvame!
¡Oh buen Jesús, Médico de mi alma, sáname!
¡Oh buen Jesús, Ayudador mí­o, ven en mi auxilio!
¡Oh buen Jesús, Pan vivo del cielo, alimenta mi alma!
¡Oh buen Jesús, Verdad eterna, enséñame!
¡Oh buen Jesús, Camino verdadero, dirí­geme!
¡Oh buen Jesús, Pastor mío, guíame!
¡Oh buen Jesús, Juez mío, absuélveme!
¡Oh buen Jesús, mi Rey, gobiername!
¡Oh buen Jesús, Santificador mío, santifí­came!
¡Oh buen Jesús, Objeto de mi amor, hazme amarte!
¡Oh buen Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón
semejante al tuyo! Amén.