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Sin la ayuda del Espíritu Santo no hay nada bueno en nosotros. Él es el santificador de todos los hombres y el dador de todas y cada una de las gracias. Sea la gracia de perdonar, de perseverar en la oración, de apreciar la Misa, cualquier gracia. Los canales ordinarios a través de los cuales el Espíritu Santo dispensa sus dones y gracias son la Iglesia y los sacramentos. Debemos rogarle: "Hazme dócil a tus inspiraciones y a las enseñanzas de la Iglesia católica. Conforma mi voluntad a la tuya y haz que mi vida sea una imitación fiel de la vida de Cristo."