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En medio de la Cuaresma, la Iglesia nos llama a regocijar. Pero no se trata de un gozo que viene de los placeres de los sentidos, sino de un gozo del alma que es fruto del Espíritu Santo. Es un gozo cuaresmal que brota del seguimiento de Cristo y no existe aparte de la Cruz. Pues para seguir verdaderamente a Cristo, El mismo nos dice, hay que cargar nuestra cruz. Es decir, negarse a sí mismo y morir al egoísmo. Cargar bien con la cruz trae alegría, paz y gracia. Solo la cruz alimenta el amor De Dios como leña el fuego. Debes aceptar tu cruz; si la soportas con valentía, te llevara al cielo.