Un aspecto esencial de la misión del Espíritu Santo es la santificación y salvación de las almas. Para dar lugar al Espíritu Santo uno tiene que echar fuera el espíritu del mundo, de la carne, y del egoísmo. Una clave para discernir la acción del Espíritu Santo es mantenerse fiel al credo y a la oración, es decir, a la dogma de fe y la liturgia perenne. (Noten que no se ha mantenido esta fidelidad en la iglesia desde el Segundo Concilio Vaticano.) Todos los dones del Espíritu Santo son para la salvación del alma. Tenemos que amar - y defender - sobre todo lo que es más santo: la Fe Católica, la Santa Misa y la Eucaristía.
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DVRodriguez2021-07-22T08:53:01-04:00