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Las primeras palabras del año litúrgico que nos da nuestra Santa Madre Iglesia son: “A Ti levanto mi alma: Dios mío, en Ti confió… muéstrame, Señor, tus caminos y enséñame tus sendas.” Claramente oímos la importancia de la oración y la penitencia. Pues precisamente esto nos prepara para la Venida del Señor. Según San Alfonso, ‘el quien reza, se salva; el quien no reza, se condena.’ Es más, tenemos que rezar con piedad y perseverancia.