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El documento nuevo del vaticano es malvado. Tiene el intento de destruir la Santa Misa más antigua. Va en contra de la Tradición y Dogma de la Iglesia; va en contra de Dios mismo. Por tanto, no podemos obedecerlo. Debemos mantenernos firmes a pesar de ser perseguidos. Lamentablemente, muchos católicos no se dan cuenta de que existen límites a la autoridad del Papa y los obispos, límites de los que ha sido testigo la propia Iglesia. La jerarquía tiene autoridad para guardar, proteger y transmitir la tradición doctrinal, moral y litúrgica, ¡no para eliminarla! Nos ha contagiado la falsedad de que la liturgia es nuestro trabajo. No. Se trata de Dios. ¡Es la obra supremamente sagrada de Cristo mismo! Alterar la liturgia es olvidar a Dios, y ese es el peligro más inminente de nuestra época.